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La sabiduría detrás de la prescripción de la herencia

 Al-lah, el Altísimo, honró al ser humano en esta vida y lo prefirió por sobre muchas otras criaturas, tal y como lo confirman Sus palabras en el siguiente versículo (que se interpreta así en español): {He honrado a los hijos de Adán y les he facilitado los medios para viajar por la tierra y por el mar, les he proveído de todo lo bueno y los he favorecido sobre muchas otras criaturas} [Corán 17:70].
El ser humano fue hecho Jalifa, vicerregente o sucesor, en esta Tierra, lo cual implica su necesidad de aquello que garantice su sobrevivencia, su condición de Jalifa y sus asuntos terrenales.
Al-lah, el Todopoderoso, ha hecho de la propiedad una forma de sustento, como manifestó en el siguiente versículo (que se interpreta así en español): {Y no confiéis a los faltos de juicio los bienes que Dios os ha encomendado para [su] manutención} [Corán 4:5].
El dinero sirve para satisfacer las necesidades materiales de las personas. El ser humano lo necesita mientras está vivo, y cuando muere ya no tiene utilidad para él. Por lo tanto, es necesario que haya un sucesor o un nuevo dueño de su propiedad. Si el nuevo dueño fuese alguien capaz de tomar la propiedad por la fuerza, sometiendo a otros, esto llevaría a disputas y conflictos. Si, por otro lado, después de la muerte de una persona su propiedad fuese asignada a gatos, perros y otras mascotas –como ocurre algunas veces en la ley occidental–, seguramente que la gente se perjudicaría y sus necesidades no se verían satisfechas.
Por este motivo, la Shari’a (ley islámica) ha asignado la herencia a los parientes del difunto, de tal manera que la gente descanse tranquila sabiendo el destino de su propiedad, ya que es más que natural que las personas busquen beneficiar a aquellos con quienes estaban unidos por lazos de sangre, maritales o de lealtad. Si una persona muere y deja propiedades, según la Shari’a, que es una ley que pretende beneficiar a todas las personas, estas deben ser distribuidas entre sus parientes de forma justa. Esto significa distribuir la herencia empezando con los parientes más cercanos al difunto, luego los que les siguen en proximidad y así, por ejemplo, los hijos, los padres y aquellos cercanos a estos según sus distintos grados de parentesco. Al-lah, el Todopoderoso, dice en el Corán (lo que se interpreta en español): {Hoy les he perfeccionado su forma de adoración, he completado Mi gracia sobre ustedes y he dispuesto que el Islam sea su religión} [Corán 5:3].

 

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