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Las vías de Satanás hacia el corazón

Las vías de Satanás hacia el corazón

El corazón es como una fortaleza, y Satanás es el enemigo que avanza y desea conquistarla y ocuparla. Es por esta razón que solo custodiando las puertas, entradas y lugares vulnerables esta fortaleza será impenetrable.
Sin embargo, una persona que no está al tanto de la estructura de la fortaleza, en especial de sus accesos, no podrá defenderla de forma adecuada.
Del mismo modo, la obligación de custodiar el corazón de los susurros de Satanás no se puede cumplir y Satanás no puede ser contenido afuera si la persona no conoce las puertas y vías que Satanás puede tomar hacia el corazón.
Estas vías son generalmente emociones individuales, y son muchas. Pero aquí solo nos referiremos a las que son tan amplias que dejan pasar a todos los soldados de Satanás.
Estas incluyen:
• Enojo y deseo: El enojo es el monstruo de nuestra mente; cuando debilita la guardia de nuestra mente, los soldados de Satanás aprovechan inmediatamente la oportunidad para atacar. Más aún, cuando una persona se enfurece, Satanás juega con ella como un niño con una pelota.
• Envidia y avaricia: Sin importar cuán cuidadoso es un hombre, su avaricia y deseos mundanos lo hacen sordo y ciego. La luz de la razón revela las vías que usa Satanás, cuando la envidia y la avaricia recubren esta luz la persona está más en riesgo. Entonces, Satanás aprovecha tal oportunidad y ornamenta para la persona ambiciosa todo lo que la lleve hacia ese objeto de su deseo, aunque sea maligno o abominable. El Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, advirtió: “Si dos lobos hambrientos son liberados en un rebaño de ovejas no serán tan dañinos como lo es la avaricia y la ambición de una persona para su fe” (Tirmidhi: aceptable y auténtico).
• La gula: Esta es una de las vías de Satanás al corazón. A pesar de ser lícito comer, hacerlo en exceso fortalece los deseos mundanos que son, a la vez, las armas de Satanás.
• La prisa: La impetuosidad y ser impulsivo es una de las más amplias vías de Satanás al corazón del hombre, tal como dijo el Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, dijo: “La prisa es de Satanás, y la acción bien meditada es de Al-lah Todopoderoso” (Tirmidhi).
• La mezquindad y el temor a la pobreza: Esto evita que la persona sea caritativa y justifica la avaricia, que lleva a un doloroso castigo.
• El odio contra una escuela especifica de pensamiento o la inclinación por un capricho, insultando o maltratando a los oponentes. Esto destruye a piadosos e inmorales por igual. Difamar a la gente y procurar exponer solo sus errores es una de las características malignas de la naturaleza humana.
• Pensar mal de los musulmanes: Al-lah Todopoderoso dice: {¡Oh, creyentes! Eviten sospechar demasiado [de la actitud de los demás] pues algunas sospechas son un pecado} [Corán 49:12]. De hecho, solo los hipócritas buscan los errores de los demás y excusan a los suyos propios.
Alguien podría preguntarse ¿cómo podemos repeler a Satanás? ¿Basta con invocar constantemente a Al-lah Todopoderoso o pronunciar frases como: La hawla wa la quwata il-la bil-lah (no hay poder ni fuerza sino en Al-lah)? El tratamiento para salvar nuestro corazón de los susurros de Satanás es bloquear las vías que él usa para luego purificar el corazón de las emociones negativas.
Esto necesita mayor aclaración: El recuerdo e invocación de Al-lah Todopoderoso deben ser suficientes para detener a Satanás de pasar o susurrar en el corazón. Sin embargo, esto no sucederá si el corazón no es de por si de una naturaleza piadosa y está puro de todo atributo maligno. Si no es así las invocaciones no serán sino pensamientos abstractos sin impacto en el corazón o sin sustancia para repeler a Satanás. Al-lah Todopoderoso dice: {Los piadosos, cuando el demonio les susurra, invocan a su Señor y entonces pueden ver con claridad} [Corán 7:201]. Entonces, si esto se limita a los piadosos, cuando una persona logra extirpar los atributos malignos en su ser, Satanás podrá pasar o susurrar, pero nunca residir en el corazón de esa persona.
Como ves, Satanás es como un perro hambriento que se acerca. Si uno no tiene ni pan ni carne, se alejará al oír el simple mandato: “¡Vete!”. Sin embargo, si tienes carne en tu mano, el perro hambriento te atacará y tus palabras no serán suficientes para alejarlo. Del mismo modo, si el corazón no tiene nada que alimente a Satanás, la invocación permanente de Al-lah será suficiente para alejarlo. Por otro, lado si las pasiones de una persona dominan en su corazón, la influencia del Dhikr (invocación) se restringe a los límites externos del corazón y es su núcleo lo que se convierte en la residencia de Satanás.
El Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, dijo: “El corazón puede recibir dos toques: el toque de un ángel, que es una orden de ser bondadoso y aceptar la verdad. Si un hombre experimenta esto debe saber que es de Al-lah y agradecer. Por otro lado, está el toque del enemigo (Satanás) que es una insinuación maligna, renegar de la verdad y alejarse de la bondad. Si una persona experimenta esto, debe pedir refugio a Al-lah de Satanás el maldito”. Luego, el Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, recitó la aleya del Corán que dice: {El demonio los atemoriza con la pobreza y les ordena hacer lo que es inmoral} [Corán 2:268] (Nasa’i y Tirmidhi).
Haciendo referencia a esto, Al Hasan dijo: “Ambos (Toques) son dos influjos que afectan el corazón, uno de Al-lah el Todopoderoso y otro del enemigo (Satanás). Que Al-lah se apiade de una persona que analiza sus sentimientos y mantenga los que vienen de Al-lah, el Todopoderoso, y lucha contra los que considera que provienen del enemigo”.
Por su naturaleza, el corazón humano acepta igualmente la inspiración de un ángel como la incitación de Satanás, de modo que hay una especie de balance. Sin embargo, las incitaciones demoniacas son dominantes cuando una persona actúa impetuosamente obedeciendo sus caprichos y deseos; mientras que la inspiración es dominante cuando la persona evita la impetuosidad y resiste el influjo de sus caprichos.
Cuando el hombre se somete con frecuencia a sus deseos y sus acciones son pasionales, la influencia de Satanás prevalecerá a través de caprichos, que son su dominio, y el corazón de esa persona será el hogar de Satanás. Por otro lado, si una persona lucha contra sus deseos y les impide influenciarla y adopta algunas características de los ángeles su corazón se convertirá en el hogar de los ángeles. Los ejércitos de ángeles y de demonios mantienen una lucha épica hasta que el corazón se abre a uno de los dos bandos, permitiéndoles residir allí con sigilo.
Desafortunadamente, la mayoría de los corazones son conquistados por las tropas de Satanás, sustentadas por el apego a los deseos y los caprichos; y entonces, el ser humano es afectado por conceptos que lo empujan a dar preferencia a la vida mundana y ser negligente con la vida espiritual.
El corazón no puede ser recapturado sino después de purificarse de lo que nutre a Satanás y luego se sostiene con la invocación constante de Al-lah, que es el dominio de los ángeles.
Respuestas del corazón a la tentación
Hudhaifa Ibn Al Iamán relató que el Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, dijo: “Las tentaciones se le presentan a los corazones del mismo modo en que se teje un colchón de paja, fibra tras fibra. Cualquier corazón saturado por las tentaciones recibirá una marca negra; y el que las rechace y expulse tendrá una marca blanca. El resultado es que habrá dos tipos de corazones: un corazón negro y lleno de herrumbre que es como un recipiente inerte que no reconoce el bien ni rechaza el mal, excepto lo que se le impregna de caprichos; y un corazón blanco que nunca será dañado por ninguna tentación el tiempo que duren los cielo y la tierra” (Muslim).
Cuando la seducción de los deseos y las dudas se presentan al corazón, lo transforman en uno de los dos tipos de corazones:
• El primero es un corazón que absorbe las tentaciones como la esponja absorbe el agua. Este corazón gana una mancha negra cada vez que cede a una tentación hasta que se hace negro y rugoso. Cuando esto sucede, el corazón está susceptible a dos enfermedades: primero será incapaz de distinguir entre el bien del mal, hasta el punto de que no podrá reconocerlos. Luego, la enfermedad corromperá el órgano al punto que la persona creerá que el bien es el mal y que el mal es el bien; creerá que la Sunnah del Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, es una herejía y viceversa, que la verdad es falsedad y al revés. Segundo, el corazón quedará sometido a sus caprichos y los convertirá en el criterio para juzgar las enseñanzas del Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él.
• El segundo es el corazón blanco que es el iluminado por la luz de la fe. Cuando se le presentan las tentaciones, las negará de inmediato y las rechazará aumentando su brillo y luminosidad.
Las tentaciones en sí se pueden clasificar en dos grupos: deseos y dudas. Mientras que los primeros provocan la corrupción de las intenciones y la voluntad. Los segundos son una prueba para el conocimiento y la fe de la persona.
Así también, las enfermedades del corazón son magnificadores del efecto de los deseos y las dudas. Esto puede inferirse de la aleya que dice: {¡Oh, mujeres del Profeta! Ustedes no son como las demás mujeres, si tienen temor de Dios, no hablen con voz dulce, de modo que quien tenga su corazón enfermo sienta alguna atracción; hablen recatadamente} [Corán 33:32]. A diferencia de la persona sana, un enfermo es más sensible a las más ligeras fluctuaciones de calor, frio o movimiento. Del mismo modo, cuando el corazón sufre una enfermedad, incluso una pequeña cantidad de caprichos y dudas lo afectan y no puede repelerlas. Por otro lado, un corazón sano repele con fuerza las tentaciones, incluso ante ataques repetidos. Respecto al otro grupo, Al-lah Todopoderoso se refirió a la enfermedad de la duda cuando dijo: {Sus corazones tienen una enfermedad y [por su actitud] Dios agrava aún más su enfermedad. Sufrirán un castigo doloroso por haber mentido} [Corán 2:10]. Comentando esta aleya, Qatada y Muyahid opinaron que “enfermedad” se refiere a las dudas y sospechas.
A pesar de que las enfermedades del corazón son de los dos grupos, el Glorioso Corán es el remedio para ambos tipos.
Incluye evidencias certeras que permiten distinguir entre la verdad y la falsedad. Con estas evidencias se remueve la enfermedad de las dudas, que corrompe la mente y el conocimiento, y la persona puede percibir las cosas como son en realidad. Entonces, el Corán es la cura para alegatos maliciosos y dudas. Sin embargo, su efectividad se basa en comprender el Corán y su esencia. Si Al-lah le da esa gracia a una persona, su corazón podrá distinguir claramente entre la verdad y la falsedad como se distingue el día de la noche.
Adicionalmente, el Corán cura la otra enfermedad, que es el deseo, pues contiene sabiduría, advertencias y apoyo. También contiene aleyas amonestando a la gente contra el goce excesivo de la vida mundana y urgiéndolos a esforzarse para la otra vida; contiene parábolas e historias que ilustran varias lecciones y advertencias. Viendo todo esto, un corazón racional se inclinará con seguridad a lo que le beneficie en ambos mundos y lo aleje de lo que lo perjudica. Este corazón entonces amará la guía y detestará el desvío.
En resumen, el Corán elimina la enfermedad que provoca deseos corruptos, reforma el corazón, pues devuelve su voluntad al estado natural y puro en que fue creado. En referencia a esto, Al-lah dice: {Revelé el Corán, que es cura para los corazones y misericordia para los creyentes, pero al mismo tiempo no hace sino aumentar la perdición de los idólatras} [Corán 17:82]; y dice: {¡Oh, gente! Les ha llegado el Mensaje de su Señor, que es un motivo de reflexión, cura para toda incertidumbre que hubiera en sus corazones, guía y misericordia para los creyentes} [Corán 10:57].
El corazón se alimenta de la fe y el Corán, tomando de él lo que lo fortalece y lo purifica. El corazón y el cuerpo necesitan crecer y desarrollarse para alcanzar su plenitud. Así como el cuerpo necesita nutrientes y una buena dieta para crecer y estar protegidos, también lo necesita el corazón. Pero el corazón solo se alimenta del Corán; y si trata de obtener lo mismo de otra fuente, lo tendrá en poca proporción y no alcanzará su plenitud. Del mismo modo, las plantas no crecen sin nutrientes y sin un ambiente adecuado, solo así pueden dar frutos.
La persona debe conocer los síntomas del corazón enfermo y los del sano para saber cómo está el suyo. Si el corazón está enfermo, la persona debe hacer lo posible para curarlo y no encontrarse con Al-lah con el corazón enfermo, pues eso lo privaría del Paraíso.
Si su corazón está sano, debe continuar esforzándose para mantenerlo así hasta el fin de sus días. Sin embargo, si su corazón está muerto puede consolarse con saber que Al-lah da la vida a lo inerte y dice: {Sepan que Dios da vida a la tierra árida. Les explico estos signos para que reflexionen} [Corán 57:17].

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