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Átomos que cobran vida

Átomos que cobran vida

Los átomos son los ladrillos que construyen los seres vivos y también los objetos inanimados. Debido a que son partículas inanimadas, causa extrema sorpresa que sean las piezas que conforman los seres vivos. Este es un tema que los evolucionistas nunca pueden explicar.
Así como es imposible imaginar pedazos de piedra juntándose para formar organismo vivos, es también imposible imaginar átomos inanimados juntándose por sí mismos para formar organismos vivientes. Piensa en una pila de rocas y en una mariposa, uno es inerte y el otro está vivo. Sin embargo, cuando revisamos su esencia, vemos que ambos están hechos de las mismas partículas subatómicas.
El siguiente ejemplo tal vez exprese mejor la imposibilidad de que materia inanimada se transforme por sí misma en un organismo vivo: ¿Puede volar el aluminio? No. Si mezclamos aluminio con plástico y gasolina, ¿podrá volar? Claro que aún no podrá. Solo si juntamos estos materiales de modo que formen un aeroplano podrán volar. Entonces, ¿qué es lo que hace volar a un avión? ¿Son las alas, el motor o el piloto? Ninguno de estos puede volar por sí mismo. De hecho, un avión es fabricado por medio del ensamblado de un diseño especial que consiste en varias piezas, y ninguna de ellas puede volar. La habilidad de volar no se deriva del aluminio, del plástico o la gasolina. Las características de estas sustancias son importantes, pero la habilidad de volar solo se logra al reunir todas estas sustancias bajo un diseño especial.
Los sistemas vivientes no son muy diferentes. Una célula viva está conformada por el ordenamiento de átomos inanimados en un diseño especial. Las facultades de las células vivas, como el crecimiento, la reproducción y otras son el resultado del diseño perfecto más que de las propiedades de las moléculas. El diseño que encontramos en este punto no es más que Al-lah creando a los seres vivos a partir de lo muerto. Al-lah dice: {Dios hace que germinen el grano y la semilla, y hace surgir lo vivo de lo muerto y lo muerto de lo vivo. ¡Ese es Dios! ¡Cómo pueden desviarse tanto [de la verdad]!} [Corán 6:95].
Cuando la teoría de la evolución estaba ya avanzada a mediados del siglo XIX E.C., la investigación científica con microscopios primitivos había creado la impresión de que la célula era solo un poco de materia.
Sin embargo, en el siglo XX E.C., la observación y la investigación hecha por medio de instrumentos avanzados y microscopios de electrones han revelado que la célula es una estructura extremamente compleja que solo pudo haber surgido como fruto de un diseño perfecto. Y, lo más importante, la investigación demostró que es absolutamente imposible que la vida haya surgido espontáneamente a partir de materia inanimada. El origen de la vida es la vida misma, y es un hecho que se ha comprobado experimentalmente también. Este es un problema que los evolucionistas no pueden resolver.
Es por esta razón que renombrados científicos evolucionistas se encuentran en gran incomodidad y en vez de presentar evidencia científica sólida, recurren a cuentos hipotéticos que no son más que cortinas de humo. Presentan alegatos completamente ilógicos y anticientíficos: que la materia tiene consciencia y que tiene habilidad y voluntad por su cuenta. Sin embargo, ellos mismos no creen estas hipótesis y son eventualmente forzados a confesar que las principales cuestiones a resolver no se pueden responder científicamente: “El principal misterio evolucionario ahora es: cómo se ha originado y evolucionado la materia. Por qué adoptó su forma actual en el universo y la tierra; y por qué tiene la habilidad de formarse en complejos equipos vivos de moléculas” (C. D. Darlington, Evolución para naturalistas, John Wiley, NY, 1980, p. 15).
Como el científico evolucionista citado arriba confiesa, el propósito básico de la teoría de la evolución es negar que Al-lah ha creado a los seres vivos. Este es el escenario que plantean los evolucionistas cuando describen la transformación de átomos inanimados e inconscientes en organismos animados y principalmente seres humanos con altos niveles de consciencia e inteligencia: “Después del Big Bang, átomos conteniendo fuerzas minuciosamente balanceadas, surgieron por sí solos… Estos átomos primero se transformaron a sí mismos en células con estructuras altamente complejas y luego produjeron copias de las células producidas por medio de la mitosis, después de lo cual empezaron a hablar y oír. Luego, estos átomos se transformaron en profesores universitarios que miraban a otros átomos por el microscopio electrónico y reclaman haber aparecido espontáneamente…”.
Podríamos prolongar aún más esta historia, pero paremos un momento y veamos si átomos sin consciencia pueden formar espontáneamente la molécula de ADN que es el cimiento de la vida y las proteínas.
El AND (ácido desoxirribonucléico), que se encuentra en el núcleo de una célula, contiene los códigos que cargan la información que controla la formación de todos los órganos y atributos corporales. Este código es tan complejo que los científicos recién pudieron traducirlo, de forma muy limitada, a fines de los años cuarenta del siglo XX. Las proteínas son los ladrillos de construcción de los seres vivientes y juegan un papel vital en muchas funciones vitales del organismo.
El ADN es una serie de nucleótidos ordenados en una secuencia especial. Una proteína es una secuencia de aminoácidos ordenados nuevamente en una secuencia especial. Primeramente, es matemáticamente imposible para las moléculas de ADN o las proteínas que son de miles de tipos distintos, ordenarse en las secuencias necesarias para la existencia de la vida por coincidencia.
Cálculos probabilísticos revelan que la posibilidad de que la más simple de las moléculas de proteína se hayan ordenado en la secuencia apropiada por coincidencia es cero. Además de la imposibilidad matemática, hay un obstáculo químico para la formación de estas moléculas por coincidencia.
Si la relación entre el ADN y la proteína fuese resultado del tiempo, la coincidencia y procesos naturales, entonces habría cierta afinidad química para que se dé la reacción entre las proteínas y el ADN, pues los ácidos y las bases tienen una gran tendencia a reaccionar entre sí. En ese caso, si la suerte hubiese sido un factor, toda una serie numerosa de otras reacciones químicas habrían ocurrido entre cualquier otros fragmentos de ADN al azar, y las proteínas y los seres vivos que vemos hoy no se habrían formado.
Así como todo el universo fue creado de la nada, también los seres vivos fueron creados de la nada. Y ya que solo la nada podría formarse de la nada por coincidencia, la materia inanimada no puede combinarse por coincidencia hasta formar un ser vivo. Solo Al-lah, el Poseedor de poder infinito, sabiduría infinita y conocimiento infinito, tiene el poder para hacer todo esto.
Al-lah dice: {Su Señor es Dios, Quien creó los cielos y la Tierra en seis eras, y luego se estableció sobre el Trono. Hace que la noche y el día se sucedan. Creó el Sol, la Luna y las estrellas sometiéndolas a Su voluntad. ¿Acaso no Le pertenece la creación y Él es Quien dictamina las órdenes según Él quiere? ¡Bendito sea Dios, Señor del universo!} [Corán 7:54].
 

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